9/28/2006

UNA VEZ AL MES

Esa semana las cosas no habían comenzado bien. Francisca sabía que lo pre mestruales mermaban su vida a lo menos unos días y los dolores se habían mezclado con esa sensación que traía hace unos meses. Preguntarse qué había pasado una y otra vez era su deporte favorito, desde que sucedió lo inevitable. Y nuevamente esa punzada en los ovarios, esa que te recuerda la existencia, el inicio de la vida, esa que hincha el vientre y te hace sentir mensopreciablemente mujer. La semana comenzó crítica, sabía que era ésta la decisiva y de una forma u otra todas las preguntas atragantadas necesitaban salir antes del acontecimiento del viernes. Sin embargo, el último distanciamiento había acumulado la rabia y logró enturbiar más aún las cosas. Martes, y ese maldito dolor decabeza que viene junto con los otros síntomas, arreciaban la urgente ansiedad de hablar con él. Durante la mañana el teléfono actuó como un enemigo más, parecía que el orden natural del universo se hubiese confabulado para hacer presente los errores del pasado. La normal angustia de los "pre" esta vez se acentuó de forma casi desgarradora. Era recordarse a si misma que el fin se estaba acercando. El cómo se encontraron ese día martes por la noche, fue casi una casualidad del destino o el último favor de un ángel que ya no pudo negarse a las súplicas. Fue solo así, con toda su femeneidad a cuestas, se dirigió al lugar del encuentro a la hora señalada. El de ninguna forma podía sospechar, lo doloroso de la despedida. La atmósfera se volvió casi tenebrosa, Francisca como nunca se sintió patéticamente insegura, al revisar ambos esos dos años juntos. Volvió la culpa de la infidelidad, el desequilibrio de la separación y la horrible sensación de abandono vivida cuando él decidió anclar su vida. Mas lo terrible fue cuando vino el silencio, el silencio de las palabras que se dicen y las que no se dijeron. Enfrentar tristemente ser amada, pero no elegida. Y así con es punzadita en el vientre, que increiblemente mitigaba el dolor verdadero, Francisca decidió despedirse para siempre. Luego de eso no hubo más palabras, un corto mensaje de -felicidades- un -gracias, un beso- devuelta y así el viernes llegó más pronto de lo esperado. Los "pre" ese día atacaron fuerte, la natural angustia se hizo casi insoportable y ya ni los cefalmín surtían algún efecto. Así como se acercaba la hora aumentaba la urgente necesidad de cerrar el ciclo, de comenzar a vivir el proceso de muerte y deshechos. Así como punzaban los ovarios, punzaba el alma. Ya en la tarde comenzó el sangramiento, en cada gota derramaba la pérdida, en cada gota se le fue la vida. Sin embargo, el proceso mensual es mensual, luego de la muerte comienza la vida. Así Fransisca esa noche, con la pena acuesta y la mestruación fluyendo, decidió dormirse esa noche asumiendo el nuevo día.